Si es evaluable se puede y debe mejorar

Armando Anaya Bojato

Maestrante en educación mediada por TIC

 

En gran medida el ejercicio docente es un constante reflexionar acerca de nuestras practicas educativas e indudablemente gran parte de esta reflexión debe ser acerca del proceso de evaluación. “Lo que no se mide no es susceptible de mejoras”, aun retumban en mi cabeza esas palabras constantemente repetidas por mi profesor de teoría administrativa cuando hacia mi pregrado en administración de empresas en el viejo claustro de la universidad de Cartagena por allá a mediados de los 80. Hoy sigo comprobando la veracidad de esa expresión pues desde mi practica inicialmente en el sector industrial y hoy en un plano tan distinto como el educativo reflexiono sobre mi acción y sobre la reflexión en la acción (Schon 1930-1997) que la evaluación del proceso enseñanza-aprendizaje brinda inmejorable posibilidad de medir, visualizar y trabajar sobre oportunidades de mejoras tanto para el estudiante como para el docente en su ejercicio. Ahora bien, para que esto ocurra de forma realmente provechosa es necesario que este proceso evaluativo sea planificado que se centre en el estudiante, en su contexto, en sus expectativas de aprendizaje, en los objetivos de aprendizaje, en los saberes a desarrollar, entre otros y es   precisamente uno de los aspectos que considero más ha aportado este curso en mi proceso de formación actual.

He tenido la oportunidad gracias a este curso y a la docente que en buena hora lo orienta de mejorar significativamente en el aspecto de la planeación del proceso educativo pues antes de ello asumía esta actividad con la errónea convicción que tenía formalmente en cuenta  criterios vigentes al interior del claustro universitario en el que ejerzo mi labor docente , si bien tenía en cuenta aspectos relevantes en el proceso evaluativo esto no lo plasmaba en un documento formal que me sirviera  a la vez para verificar si el proceso lo estaba desarrollando adecuadamente en detrimento de coadyuvar un aprendizaje significativo para mis estudiantes y un adecuado ejercicio de reflexión sobre mi quehacer que me permitiera detectar oportunidades de mejoras y actuar sobre ellas. Creo en consecuencia firmemente tener hoy día los elementos necesarios para continuar aprendiendo y que este ejercicio de evaluación constante del proceso enseñanza-aprendizaje sea de verdad formativo y de provecho para docente, dicente y sociedad en general como es el deber ser.

Desde el ámbito de la educación superior que como docente ejerzo se visiona que la educación basada en competencias se fundamenta en una concepción constructivista en donde se propone un paradigma en donde el proceso enseñanza-aprendizaje se desarrolla de manera dinámica participativa e interactiva de tal forma que el conocimiento se genere a partir de una verdadera creación o construcción desde la persona que aprende es decir el aprendizaje desde la acción en ese ámbito también la evaluación como proceso también debe aportar pues debe coadyuvar a no solamente orientar procesos de desarrollo de destrezas , habilidades o cambios de actitudes sino que también nos debe llevar a la reflexión a través de la aplicación de diferentes instrumentos que impliquen la autoevaluación, heteroevaluación y coevaluación creando los espacios propicios para ello y ser tenido en cuenta sus resultados tanto en lo formativo como en lo sumativo pero siempre mirando más allá de lo meramente calificativo que es lo que el sistema impone al establecernos medidas para acreditar que alguien aprobó un curso, un pregrado, un semestre o una asignatura.

Plantea Schon (1930-1997) que el docente requiere realizar un proceso de reflexión en y durante la   acción así como la  reflexión sobre la acción y sobre la reflexión en la acción y ese proceso debe llevarnos entre otros  de considerar la evaluación como una herramienta punitiva y estática a considerarla como un proceso formativo más que sumativo(sin olvidar sus aportes),  constante, holístico, y dinámico que implica saberes, saber hacer, ser, seguimiento continuo, retroalimentación en donde se generen aprendizajes significativos(Ausbel,1960) y se transformen prácticas que conlleven a la resolución de situaciones no solo académicas sino de contexto, realizar los ajustes que sean pertinentes facilitando y mejorando cada acción educativa.

La  reflexión sobre la acción y sobre la reflexión en la acción sobre los procesos evaluativos no solo debe ser visto desde las ocurrencias y vicisitudes por las que pasa un docente en su aula de clase también debe ocurrir en el plano institucional y aun mas allá por ello constantemente y en aras de aprovechar constantemente al máximo oportunidades de mejoras es necesario reflexionar sobre la pertinencia del currículo ante las exigencias de un contexto y una sociedad cambiante caracterizada hoy entre otros por el alto impacto de la información, los impactos de las TIC en la vida cotidiana de las personas y como no en los procesos educativos, hoy se habla de pedagogías y tecnologías emergentes buscando ajustar esas nuevas visiones y requerimientos de aprendizaje a un sistema educativo que en algunos contextos persiste en quedarse  rezagada en modelos tradicionales. Los gobiernos deben ajustar también lo necesario en sus políticas educativas y facilitar que el sistema educativo se ajuste a estas nuevas tendencias. No hay que olvidar que la evaluación curricular es un proceso sistemático a través del cual se valora el grado en que los medios, recursos y procedimientos permiten el logro de las finalidades metas de una institución o sistema educativo (García, 1975).

Termino mi reflexión haciendo nuevamente alusión a aquella célebre frase de William Thomson Kelvin “lo que no se mide, no se puede mejorar” y que hoy comparo con el proceso evaluativo en educación y extrapolando lo que este autor nos dice al campo que nos ocupa  luego del curso de estrategias de evaluación de aprendizajes puedo afirmar que el aprendizaje que no se evalúa no es susceptible de mejoras y que sumado a esto si ese proceso no se hace de una forma consciente, planificada  y con unos claros objetivos tampoco nos permitirá ir más allá de una mera calificación que numérica o cualitativa solo nos serviría para certificar que se alcanzó un nivel educativo determinado y no que se mejoró integralmente un proceso educativo en un individuo.

 

Bibliografía

Adell, J. y Castañeda, L. (2012). Tecnologías emergentes, ¿pedagogías emergentes. En HERNÁNDEZ, J., PENNESI, M., SOBRINO, D. y VÁZQUEZ, A. (coord.). Tendencias emergentes en educación con TIC. Barcelona, Asociación Espiral, Educación y Tecnología, 13-32. Adell, J y Castañeda, L. (2012).

Anijovich, R. y Capelliti, G. (2015). La evaluación como oportunidad. Ediciones Paidós.

Carbonell, Jaume. (2017). Pedagogías del siglo XXI. Editorial octaedro.

Schön, D. A., & Coll Salvador, C. (1998). El profesional reflexivo: cómo piensan los profesionales cuando actúan. Paidós Ibérica.

Ortiz, Alexander. (2008). Modelos pedagógicos y teorías del aprendizaje. Ediciones de la U.

 

 

 

 

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